Antes de comentar acerca de Las calladas del Boom, me gustaría escribir sobre su autora, Evelina Gil. El destino literario nos llevó a conocernos —más a distancia que en persona— desde hace muchos años, en los primeros días de la revista Cultura urbana, de la cual ella, siempre generosa y amable, fue colaboradora habitual. Recuerdo haber leído las entradas de su blog La trenza de sor Juana, haber revisado su ficha biográfica con cierta frecuencia, y darme cuenta de que su producción literaria era copiosa y diversa. Aquella trenza tejida día a día se convirtió en una cuerda larga, hasta ser un puente que hoy conecta vidas de incontables escritoras con la historia.
Durante todos estos años he visto a Eve transformarse de maneras fantásticas e insospechadas, reinventarse a sí misma, crear personajes de manga, escribir ensayos literarios, poemas, narrativa, derrochar imaginación, demostrar conocimiento y largos años de lectura constante de escritoras y escritores, su crítica y su biografía.
Este libro, Las calladas del Boom, hace gala de muchas de las virtudes escriturales de Eve Gil, sus líneas perfectamente asequibles, cálidas y personales, además de eruditas, nos muestran el paciente entusiasmo de una mujer que se entregó a la titánica tarea de desmentir el mito de la inexistencia de las mujeres como ejecutantes activas en la creación literaria. Este, el Boom, es apenas un botón de esa innombrable cadena de perniciosas omisiones. Es tan asombroso, como la eliminación de los documentos y la arquitectura de las antiguas civilizaciones mexicanas, como la desaparición de periodistas aquí y en el mundo, como la quema de la biblioteca de Alejandría. Aún más: el conocimiento femenino ha sido incendiado, arrojado a la hoguera. ¿Cómo se le llama al genocidio del conocimiento?
Son infinitos los prejuicios que una persona debe vencer para reconocer abiertamente los méritos de una mujer, no es costumbre elogiar sus virtudes y sus logros. La mirada machista provoca un rubor, un miedo a la burla, a ese sentimiento de superioridad que se manifiesta en el hacer callar, en el minimizar, en el ironizar, en el desconocer el arduo trabajo que las mujeres hemos realizado en este mundo.
No sé cómo va a resarcir el patriarcado tantas omisiones de nombres femeninos. No hay manera de entregar un cheque al portador que pague cada hora de silencio en que quedaron tantas existencias femeninas relevantes, mujeres descubridoras, científicas, artistas cuyos empeños y triunfos se ocultaron.
Hoy existe la certeza de que escritoras somos muchas, tantas como escritores. Durante mi infancia, la mayoría de las personas no podía decirme el nombre de una sola escritora mexicana y pocas admitían la existencia de una tal sor Juana, y cuando yo decía que sería escritora, muchos otros niños y adultos se burlaban de mí. Sé que es un cliché lo que cuento, pero es cierto y, por algunas palabras vertidas por Evelina en este libro, sé que ella lo sabe. La mente de este mundo está diseñada para olvidar los nombres femeninos, para hacer mofa de sus intenciones y logros, para luego adjudicárselos a otros o desaparecerlos de los registros históricos.
Dicen que la mente es plástica, maleable. Bueno, si esto es posible, que con libros como Las calladas del Boom se vaya ejercitando la memoria de Latinoamérica, mínimamente, y que las buenas escritoras sean recordadas tanto como se recuerda con admiración y respeto a los buenos escritores. Porque este libro de Evelina Gil puede convertirse en un referente de uso académico, un libro al cual acudir en busca de información. Y aunque es imposible abundar aquí en las veinte escritoras que abarca Evelina Gil en este libro tan útil y escrito con tanta pasión, y recorrer tantos años con detenimiento, sí me gustaría dar una breve reseña de lo que leeremos, solo sobre algunas de ellas.
Luisa Valenzuela (argentina): autora de libros como Cambio de armas y Cola de lagartija, presente en el Boom, ha sido testigo del empeño de Evelina Gil para arrojar luz sobre la existencia activa de las mujeres en la literatura. De ella es el texto de contraportada en este libro que incluye 20 autoras, evidenciando a aquellos sabios antologadores que no pusieron a ninguna en los índices de sus libros, o a los académicos que no las incluyeron tampoco en sus materias de estudio, o a los enciclopedistas que se hicieron del ojo cuadrado antes de admitir que ahí estaban, justo ahí, en la realidad latinoamericana.
Dulce María Loynaz (cubana): de no tan dulce carácter, obtuvo el mayor premio que se otorga a las letras hispánicas, el premio Cervantes. No logró que la crítica revolucionaria la expulsara de la isla de Cuba, y ahí se quedó, firme, con sus 56 años de edad, después del triunfo del nuevo régimen en 1959, entre las paredes y el jardín de su aristocrática casa en el barrio de El Vedado, en La Habana… donde siete años después de su muerte se fundó el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Su cuerpo, por cierto, fue enterrado ahí juntito, en La Necrópolis Colón. Cierta indiferencia al sistema le costó la recíproca indiferencia del mismo, aunque su propio padre, Enrique Loynaz, fuera un reconocido militar pro revolucionario.
Silvina Ocampo (argentina): cuya infancia dejara marcadas huellas en su escritura, mujer de personalidades múltiples, a quien la pintura se le dio bien, lo mismo que cierto retorcimiento narrativo, una mujer envuelta por un halo de extrañeza y perversión a la que se le adjudicaron incluso poderes de adivinación y una sexualidad muy libertina, en resumen: una bruja. Casada con el hijo de una de sus mejores amigas, un Bioy Casares, diez años menor, enamorado y también libertino.
María Luisa Bombal (chilena):¿Cómo es posible que una persona tan conspicua como la Bombal, quien había dejado a Borges boquiabierto, quien obtuvo la alta estimación de Gabriela Mistral; cuya influencia había sido reconocida por García Márquez, por Rulfo; que había tenido la admiración de Rosario Castellanos; no haya sido nombrada casi nunca y no se le considerara como parte de una generación? El patriarcado es como un mago a quien le incomodan las mujeres, y al instante las hace desaparecer. Quizá era incómoda porque fue una mujer de juventud temeraria, a quien el amor oscuro había llevado a disparar más de un gatillo, y varias balas; autora de la primera descripción hispánica de un orgasmo femenino (¡en un libro publicado en 1934!).
Josefina Vicens (mexicana): quien se adueñara de voces masculinas para diseccionar sus sentimientos y para hacer una crítica al sistema patriarcal y sus actores: hombres y mujeres, en una narrativa feminista; su feminismo se amplió a sectores obreros y agrarios. Una mujer hombruna a quien el impulso creativo de José González le llegó a partir de relatos vivenciales y también críticos de la conducta y las interacciones de lo masculino con el mundo.
Armonía Somers (uruguaya): a quien su atrevimiento literario, su extrañeza, su originalidad como narradora y su tendencia a ocultarse de los fotógrafos y reflectores le darían un halo de misterio, y la convertirían en una de las escritoras más importantes de su país. Vemos en ella personalidades diversas, puesto que ha cruzado los más altos vuelos en el magisterio y la pedagogía, y las bajas y escandalosas exploraciones de la literatura oscura, que se interna en la bajeza, la perversión, la pedofilia, la denuncia feminista del abuso; también se encuentra, igual que en Silvina Ocampo, la perversidad como un aspecto natural del ser humano, que se manifiesta desde la tierna infancia, sus personajes suelen tener peculiaridades únicas tales como comer flores. A pesar de que su figura dio mucho de qué hablar, ella en realidad pasó la mayor parte de su vida apartada de la esfera pública.
Elena Garro (mexicana): la contemplamos no desde tan lejos, bajo la sombra, oprimida y callada, abiertamente callada. La recordamos en aquellos documentales que le hicieron ya al final de su vida. Ella, quien según Francesca Gargallo inauguró, antes que García Márquez, el realismo mágico con su novela Los recuerdos del porvenir, un realismo mágico con el que ni siquiera se sentía del todo identificada y al que criticó severamente, fue una de las más calladas. El mismo Borges la equipara con Tolstoi, sin embargo, el medio mexicano le dosifica su reconocimiento, quizás, entre otras cosas, porque le hizo la guerra a Paz.
Cristina Peri Rossi (uruguaya): Viviendo, Los museos abandonados, El libro de mis primos. Obtuvo muy tardíamente el premio Cervantes, en 2021, una leyenda de la literatura lésbica, de escritura altamente política, fue vetada en su país, su obra y la mención de su nombre fueron prohibidas durante más de una década. Es, de todas estas escritoras, quizá la única a la que se le vinculó con el Boom latinoamericano (tan de Carlos Fuentes, García Marquez y Mario Vargas Llosa).
Clarice Lispector (ucraniana-brasileña):según las palabras de Evelina Gil, la más brasileña de las escritoras brasileñas, llegó desde Ucrania hasta Brasil cuando tenía dos años. Concibió un estilo que ella misma definía como «no estilo». Su madre enfermó y murió cuando ella era niña todavía, por lo que, como otras escritoras del Boom, su infancia quedó marcada. Siendo muy joven aún se hizo relativamente famosa con la novela Cerca del corazón salvaje, pero su obra maestra, la que la consolidaría, fue La pasión según G. H.
En 1967 sufre un accidente que le deja una parte del rostro quemado, también una mano y otras partes del cuerpo. Su literatura establece estereotipos para luego romperlos: parodia la sumisión femenina y luego la reivindica. Con uno de sus libros más entrañables, La hora de la estrella, se despide de la creación literaria ymuere de cáncer en 1977.
Me apunto entre mis lecturas pendientes muchos libros citados en esta compilación de las escritoras del Boom.
Conforme a las palabras de Eve Gil, podemos deducir algunas características que las unen como generación: cierto origen aristocrático en una buena parte ellas, una infancia difícil, el despertar al deseo de denuncia, el mostrar aspectos sórdidos de la vida, un dominio absoluto de su libertad expresiva, y un carácter excéntrico, atrevido, adelantado a su tiempo.
No tenemos espacio para ofrecer una breve probada de las 20 escritoras que conforman Las calladas del Boom, sólo mencionaré de una vez los nombres y algunas obras de las que me faltan, para no perpetuar la malísima costumbre de omitirlas:
* Aurora Venturini (argentina): Los rieles, Eva, Alfa y Omega, La amigas.
* Martha Traba (argentina): Historia natural de la alegría, El museo vacío, Homérica Latina.
* Rosario Castellanos (mexicana):Balún Canan, Ciudad real.
* María Luisa Mendoza (mexicana):Cuentista, ensayista,Ojos de papel volando, El retrato de mi gentedad, Las cosas, Maquinita de hacer ruido.
* Inés Arredondo (mexicana): Río subterráneo, La señal, Los espejos.
* Luisa Josefina Hernández (mexicana): Obras de teatro: Agonía, Los sordomudos, La corona del ángel, Arpas blancas… conejos dorados, La paz ficticia, El orden de los factores.
* Elena Poniatowska (mexicana): Hasta no verte Jesús mío, Lylus Kikus, Todo empezó el domingo, La noche de Tlatelolco.
* Nélida Piñón (brasileña-española):La república de los sueños, Tebas de mi corazón, La épica del corazón.
* Rosario Ferré (puertorriqueña): Maldito amor, Sonatinas, La extraña muerte, El vuelo del cisne.
* Albalucía Ángel (colombiana): Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, Girasoles en invierno.
* Marvel Moreno (colombiana):Algo tan feo en la vida de una señora bien, El encuentro y otros relatos.
Sobre todas ellas hace un amoroso recuento Evelina Gil en Las calladas del Boom, obra que representa una buena guía para entender las personalidades de 20 mujeres explosivas, conocer los episodios de sus vidas que marcaron su trabajo literario, pero, sobre todo, sus obras, que estuvieron a la altura de las más grandes y que sin embargo siempre se situaron por lo bajo, injustamente.
Las calladas del Boom (Escritoras ignoradas del Boom Latinoamericano), Evelina Gil. Nitro/Press (col. InterView) – Instituto Sinaloense de Cultura, 2024, reimp. 2025. México.
Para mayor información: https://nitro-press.com/ventas/9786078805464/

Rowena Bali publicó las novelas Amazon party, El ejército de Sodoma, El agente morboso (reed. Nitro/Press, 2019), los libros de cuentos Indiscriminable, Cigoto y La herida en el cielo. También participó en la escritura de la novela a cuatro manos Pasajeros en tránsito. La UNAM publicó su Material de lectura, cuya finalidad es ser distribuido en aulas de educación preparatoria y universitaria de México y América Latina. Obras suyas han sido antologadas, entre otros, por el Fondo de Cultura Económica, Editorial Cal y Arena, la UNAM, Nitro/Press (Lados B 2014). Ha sido conductora de radio en las estaciones Ibero 90.9 y Código CDMX, entre otras, y editora de la revista Cultura Urbana de la UACM. Dos de sus obras, El agente morboso y La herida en el cielo, fueron elegidas por los escritores Ana Clavel y Sergio González Rodríguez, respectivamente, entre las mejores en sus años de aparición.

