Un hombre está dispuesto a creer aquello
que le gustaría que fuera cierto.
Sir Francis Bacon
He escrito ya en diversas ocasiones sobre las psicopatologías presentadas por políticos que pasan del anonimato a disfrutar de las mieles que otorga el poder. Ahora, tomando como referencia un chiste que narra el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, y que relaciona con la comicidad, se remite primeramente a Kant, quien afirma que lo cómico constituye una singular cualidad, refiriéndose de manera muy categórica a que no podemos ser engañados más que por un instante.
Heymans (Zeitschr. für Psychologie, XI, 1896) expone cómo el efecto de un chiste se produce por la sucesión de desconcierto y esclarecimiento, explicando su teoría a partir de un excelente chiste expuesto por el poeta alemán Heinrich Heine: “pone en boca de uno de sus personajes, el agente de lotería Hirsch-Hyacinth, un pobre diablo que se vanagloria de que el poderoso barón de Rothschild, al que ha tenido que visitar, lo ha acogido como a un igual y lo ha tratado muy famillionarmente”. En este chiste, la comicidad aparece al principio en una palabra que se presenta simplemente como una defectuosa composición verbal, incomprensible y misteriosa. Nuestra primera impresión es, entonces, de desconcierto. La comicidad surge del término empleado en esa singular formación verbal. (Freud, El chiste y su relación con el inconsciente, 1992).
Es necesario partir del hecho de que el humor en su tradición europea es muy distinto al humor latinoamericano, y aún más distante de la picardía mexicana que nos caracteriza. Si uno observa las redes sociales, donde existen ciertas características de la inteligencia artificial, veremos que esta, tan de moda, no encuentra muchas veces la manera de explicar lo que dicen los posts, dado que la mayoría combinan imagen, texto y otros elementos en un sentido tan elaborado que solo el mexicano logra descifrarlo a través de su manera particular de usar el humor.
Si analizamos el chiste expuesto por Freud, efectivamente el nodo cómico se sustenta en la composición lingüística del concepto famillionarmente. Esto puede interpretarse como la situación de un joven de clase desfavorecida que, al tener contacto con un millonario, tiende a sentirse parte de esa otra clase social. Así sucede con quienes llegan a una diputación, secretaría de gobierno o alguna jefatura: de pronto pierden el piso, ya que quienes antes los ignoraban, ahora incluso les piden favores y los tratan, como en el chiste mencionado, famillionarmente.
Para desfortuna de nuestra sociedad, hoy basta con ser “amigo” o “conocido” de alguien que detenta el poder para que muchos se sientan parte de una clase distinta. Incluso su manera de conducirse refleja esa sensación de querer ser más, aunque esto no pueda constatarse en la realidad. Lo que observan en el espejo es una ilusión que solo ellos mismos creen.
En el caso de Chihuahua, esta psicopatología es tangible, primeramente, en un exgobernador del estado, lo cual puede explicarse desde diversas aristas: desde su afán por beber vinos Petrus una vez entronizado, hasta su declaración de que siempre había sido un hombre adinerado gracias a la venta de autos usados. También se manifiesta en el sonado caso de una diputada local del Congreso 2016-2018, cuyo giro económico anterior era vender pastillas ahorradoras de gasolina. En otro contexto, está el video de un miembro del Partido Verde que, en completo estado de ebriedad y con un fajo de billetes, brinda “a la salud de los pobres”.
En la época actual, basta con observar las redes sociales para comprobar que estos escándalos son el pan de cada día. Y quienes no usan las redes lo vivencian en los episodios más típicos de la vida pública de nuestro territorio. Sin embargo, luego será más estrepitosa la caída, cuando estos efímeros episodios se diluyan y los regresen a la realidad.
Recuerdo siempre, de manera muy recurrente, lo que me decía un amigo que hoy ocupa una alta responsabilidad en el ámbito político: “Las familias poderosas, los empresarios y muchos más son amigos del puesto, no de la persona; y eso siempre hay que tenerlo en cuenta para no perder el equilibrio en el peldaño que ocasionalmente te toque ocupar”. Palabras más, palabras menos, esta sentencia ha permitido a muy pocos mantenerse con los pies en la tierra, mientras que a la gran mayoría les ha alterado la percepción de la realidad, de modo que pareciera que la inteligencia humana se vuelve cada vez más escasa.