El Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) 2025 volvió a exhibir las grietas más profundas del modelo cultural mexicano. Lo que nació en 1993 como una promesa de justicia para los artistas —un ingreso digno para garantizar la creación libre y sin ataduras económicas— hoy aparece más bien como un mecanismo que protege a los ya consolidados y excluye a quienes realmente necesitan el apoyo.
La lista de beneficiarios anunciada el 26 de septiembre desató una ola de críticas y cuestionamientos que oscilaron entre la indignación, el desencanto y hasta la ironía de escritores que han visto repetirse el guion durante décadas.
La Secretaría de Cultura celebró los resultados como una “apuesta por el talento artístico nacional”. Pero esa narrativa oficial chocó con la realidad expuesta por decenas de autores: favoritismo descarado, conflictos de interés, ausencia de paridad y el eterno regreso de los mismos nombres. “Nunca cambia nada”, resumió uno de los testimonios recogidos en redes sociales, condensando el hartazgo de una comunidad que siente que el SNCA ha dejado de ser un estímulo para convertirse en un privilegio vitalicio.
Reglas rotas y nombres repetidos
El reglamento del SNCA establece principios claros de imparcialidad y renovación. Sin embargo, los resultados de 2025 parecen contradecirlos en cada renglón.
Escritores con contratos internacionales, plazas académicas seguras o prestigio consolidado figuran una vez más en la lista de beneficiarios. Entre ellos, Fernanda Melchor, Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli y Julián Herbert, nombres que ya han sido parte del programa en más de una ocasión y que difícilmente representan a los sectores más vulnerables del campo artístico.
La indignación no solo recae en la repetición. También en los casos de conflictos de interés abiertos, como el de la jurado Atenea Cruz, quien evaluó en narrativa y al mismo tiempo formó parte de otro premio nacional, con vínculos personales evidentes con una de las seleccionadas, Liliana Blum. La omisión de la firma del código de ética —un requisito básico para evitar favoritismos— no fue impedimento para que el fallo se mantuviera. “Si las reglas no valen nada para los jurados, entonces todo el sistema carece de legitimidad”, opinó la poeta María Rivera, quien denunció el problema con una mezcla de rabia y resignación.

Sobre Blum, hubo muchos autores que criticaron su defensa de Israel y con ello, el aval al genocidio en Gaza.
“En el contexto actual de genocidio y limpieza étnica para eliminar y desplazar al pueblo palestino, constructos como ‘pueblo elegido’ y ‘tierra prometida’ son ideas peligrosas que se asemejan a nociones como ‘espacio vital’ y ‘supremacía racial’. Sionismo no es sinónimo de judaísmo, hay que aclarar esto. Algunos escritores como Liliana Blum no tienen empacho en reconocer que son partidarios del estado de Israel y del régimen de Benjamin Netanyahu y su partido. Como una señal de dignidad y de congruencia, este tipo de escritores deben renunciar a los apoyos del gobierno”, manifestó el escritor veracruzano Noé Vázquez.
Voces de dentro: la frustración hecha testimonio
La narradora Raquel Castro fue una de las primeras autoras que mostró no solo su tristeza, sino su resignación:
“Supongo que habrá gente que sí mete jonrón cada que batea, y qué chido por esa gente. Pero en mi caso, sí son más los intentos que los logros (premios que no gano, becas que no me dan, libros a dictamen que no son aceptados, etcétera), pero creo que el chiste está en seguir intentando, corrigiendo borradores, mejorando solicitudes, puliendo proyectos… Y reconociendo los méritos de quienes obtienen cada vez el logro en cuestión. Por ejemplo, de las becas del sistema de este año, obviamente no conozco a todos los beneficiarios, pero de los que conozco (por solo haberlos leído o por tener contacto más cercano), no hay uno que pudiera yo pensar «se la hubieran negado para dármela a mí”. De ninguna manera.
El poeta y narrador chihuahuense Alfredo Espinosa denunció con un texto en sus redes sociales:
Sobre los resultados de Sistema Nacional de Creadores de Arte
Pensé que había logrado
En vida, mi anonimato
Pero, si de casualidad,
Sale a relucir mi nombre
Algunos se sorprenden
No es el vato que vive en el desierto
Un Chihuahua que ladra?
Es el poeta que nunca
Ha ganado el SNCA.
Ay, ya se quién es – dijo otro
Luis Humberto Crosthwaite observó con sarcasmo el tema: “Me divierte leer todos esos posts que se escriben en esta época, maldiciendo o bendiciendo al SNCA. Es mi gulpo custoso”.
El narrador yucateco Ricardo Tatto fue aún más directo: “El SNCA se ha vuelto una beca de manutención para quienes menos lo necesitan. Un salario de lujo financiado por el Estado para los amigos del jurado”. Sus palabras resonaron entre jóvenes escritores que sienten que competir en igualdad de condiciones es prácticamente imposible.
En el mismo tono, la poeta María Rivera subrayó que la contradicción del SNCA no es menor:
“Es extrañísimo, pero la generación de poetas nacidos en los cuarentas y cincuentas ya no existe. Sí, todo un fenómeno. Ahora los únicos creadores con trayectoria son los nacidos mucho después que ellos, nacidos en los setenta y ochentas. Desaparecieron, sencillamente, se esfumaron con sus más largas trayectorias de las listas del SNCA. Vaya, que la cuatroté cultural supo muy bien cómo eliminar a toda una generación de creadores ‘privilegiados’. Bastó con eliminarlos deliberadamente como jurados para que solo hubiera jurados de generaciones más jóvenes becándose entre sí. Este año volvió a ser vergonzoso, la verdad. El año pasado lo evitamos felizmente y, por ejemplo, entró Ricardo Castillo y otros autores de su generación”, manifestó la escritora mexicana al hablar de los resultados del SNCA.
Otros testimonios dieron cuenta del desencanto. Hiram Barrios, poeta y crítico, también se sumó al reclamo.
“Atenea Cruz, quien fue jurado en la categoría de Narrativa, no declaró el vínculo afectivo que mantiene con Liliana Blum, cuyo proyecto dictaminó. No conozco a ninguna de ellas, pero sé que son amigas cercanas: se elogian mutuamente en redes y han participados en presentaciones de libros. Cualquiera que esté atento a las actividades literarias del país lo sabe. No se necesita más que un click para hallar las evidencias. Y lo más indignante es que hay quienes las defienden y cuestionan que su amistad represente un conflicto de interés”, manifestó el autor.
La narradora Alma Mancilla, autora de más de 10 libros, entre ellos de novela y cuento, defendió los reconocimientos:
“Oigan, qué pena, la verdad, leer que para algunas personas (incluidos algunos colegas) el hecho de haber obtenido una beca SNCA automáticamente te convierta en un «parásito del sistema», un «mal escritor», un miembro de una supuesta «mafia literaria.» ¿De verdad? ¿Dónde? ¿Cuándo? Los que me conocen saben que soy una persona muy privada, que convive poco con gente del medio literario. Si me ven de vez en cuando en ferias de libros y presentaciones es porque eso tambien es chamba. No, amigos, los jurados no son mis compas ni mis amantes, no me veo con ellos a escondidas para pactar cuál es la siguiente beca que me van a dar. Digo todo esto porque comentarios generalizados como muchos de los que he leído de ayer a hoy invalidan el trabajo de quienes competimos de buena fe por esos apoyos, además de ocultar el hecho de que el verdadero e innegable problema es la escasez de los mismos. En fin. Por mi parte vuelvo a lo mío y haré lo que siempre he hecho, con y sin becas, que es trabajar”
La escritora Blanca Athié aseguró que no recuerda otro SNCA más polémico que el de este año.
“No recuerdo otro SNCA más polémico que éste…y eso qué Volpi no estuvo en la lista 🫠. En vez de enojarse y polemizar y desamigarse, hay que exigir más apoyos democráticos. Ya somos muchxs, muchachxs… Ya hay que ir pidiendo paralelamente el SNCA del Bienestar…”
El discurso oficial: promesas que ya no convencen
Frente a la tormenta de críticas, la Secretaría de Cultura defendió el proceso. Aseguró que el comité de selección actuó con transparencia y que la lista refleja “y que El SNCA es una de las vertientes de impulso a la comunidad cultural más importantes dentro del Sistema de Apoyos a la Creación, pues fortalece la creación en México y robustece el patrimonio cultural y artístico del país. En línea con los ejes de trabajo de la Secretaría de Cultura, el Sistema Nacional impulsa la participación de las mujeres, que en la presente convocatoria representan 46 por ciento del total».
El contraste entre el discurso oficial y la percepción de los creadores es abismal. Mientras la Secretaría presume inclusión, la estadística muestra otra cosa: en poesía solo dos mujeres fueron seleccionadas este año; en narrativa el sesgo masculino persiste. La paridad que el gobierno promueve en foros internacionales se diluye en la práctica de su propio programa estrella.
Un sistema al borde del colapso ético
La discusión pública sobre el SNCA no es un asunto menor. El fondo que distribuye millones de pesos anuales fue concebido para garantizar que los creadores sin condiciones económicas pudieran dedicarse a su obra. Treinta años después, el resultado es lo contrario: un sistema que legitima a quienes menos lo necesitan y excluye a quienes dependen de ese dinero para sobrevivir.
Los casos emblemáticos de beneficiarios repetidos —como Julián Herbert, quien al término de su trayectoria habrá recibido casi tres millones de pesos— ponen sobre la mesa una pregunta inevitable: ¿esa obra justifica semejante inversión pública? La respuesta, para muchos, es negativa.
Más grave aún es la consecuencia social. La precariedad de los artistas no es una metáfora: es un riesgo real para la salud mental y la vida. Los suicidios de jóvenes escritores en los últimos años recuerdan que un ingreso básico puede ser la diferencia entre continuar creando o desaparecer.
Reformar o desaparecer
Si el SNCA quiere recuperar legitimidad, necesita transformarse desde sus cimientos. Los testimonios de escritores coinciden en algunas demandas mínimas como las siguientes:
- Que se eliminen los conflictos de interés con sanciones reales.
- Que se limite a dos periodos por persona para evitar becas vitalicias.
- Que se incluyan criterios socioeconómicos en la evaluación.
- Que se garantice paridad de género y representación territorial fuera de la Ciudad de México.
- Que se evalúe el impacto real de la obra producida y no solo la fama del autor.
De lo contrario, el SNCA corre el riesgo de convertirse definitivamente en lo que ya muchos perciben: un mecanismo de renta garantizada para un puñado de escritores privilegiados.