La primera botella se fue como agua. Confieso que mi vecina se sirvió tres copas (casi llenas) y yo apenas lo probé.
Fui por la segunda.
Como me pareció muy interesante la plática nocturna con la joven, esta vez descorché una botella de Protos 5 años Reserva Rivera del Duero… un tinto nada barato; cuesta alrededor de mil 500 pesos. (Fue un regalo, del cual había investigado su precio).
Abrí la botella y me acerqué a la barda para llenarle la copa a mi vecina.
—¿No se le ha subido?
—Esto no es nada… Desde que estaba en la uni de Austin, mi compañera de dormitorio y yo aprendimos a beber mucho vino, tequilas y whiskies… La cerveza se me sube más… Cuatro, cinco cervezas y las doy… No se crea, vecinito; estoy bromeando.
—Sígame contando de la relación con su hermana. Por lo que me cuenta, ¿no se llevan muy bien?
—No somos muy compatibles. Ella, por ser la mayor, se cree mi mamá y siempre estamos contrapunteadas… Desde chiquillas nos peleábamos por todo. Fuimos creciendo y nos distanciamos mucho; ella se graduó de una ingeniería en el Tec de Monterrey… al graduarse ya tenía un muy buen trabajo allá en Nuevo León. En cambio, yo me fui a la Universidad de Austin a estudiar la licenciatura en “Escritura Creativa”… Cosa que hizo enojar mucho a mi hermanita. Dijo que si llegaba a terminar esa carrera me iba a morir de hambre o que si encontraba trabajo en “eso” iba a ganar una miseria.
—¿A poco le gusta escribir?
—Sí, pero soy muy mala… por eso quise estudiar eso.
—Le voy a decir algo… Aparte de ser dictaminador, soy escritor.
—Algo de eso me dijo mi hermana… El guardia de seguridad se encargó de regar el chisme en el fraccionamiento… porque todos le dicen “el escritor” cuando se refieren a usted, me cuenta mi hermana.
—Es que al guardia le encanta el mitote… Pero sí soy escritor; tengo varios libros publicados de poesía, una novela y veinticinco años escribí para un periódico.
—¡Ya lo sabía! No estaba tan errada.
—¿Qué le dijo su hermana de mí?
—Cuando le pregunté que si conocía al vecino de la casa de atrás, no me dijo mucho, nada más que era escritor y periodista, y que estuvo a punto de morir por un derrame cerebral.
—¡Vaya!… No cabe duda que vivimos en una vecindad… Los chismes corren a toda velocidad por el fraccionamiento.
—¿Y se vive de eso… de escribir?
—A mí no me ha ido tan mal… Todos mis libros están agotados.
—¿En serio?
—Sí… Y todos se publicaron en editoriales del sur del país.
—¿Cuál fue el último?… Como quiera lo encuentro en Amazon.
—Es la novela que me publicó Océano… Se llama Policía de Ciudad Juárez.
—La voy a buscar y a googlear.
—Yo le presto la mía, pero se la voy a encargar mucho… es la única que tengo.
—La próxima vez que nos veamos… Si no le pegan… Me la presta a ver cómo masca la iguana.