Jorge Ortiz, mejor conocido como Pato Link, es uno de los guitarristas más sobresalientes y queridos de Ciudad Juárez, un músico cuya pasión por el rock comenzó desde la infancia y se ha mantenido inquebrantable a lo largo de los años.
También es Editor Emérito de Poetripiados, proyecto que ayudó a fundar durante la pandemia del Covid-19, en 2020, y en el que colaboró con música original para la realización de los primeros videos que contenían poesía de escritores mexicanos.
Su primera guitarra, adquirida casi a la fuerza en la secundaria, abrió la puerta a un camino lleno de melodías, ensayos y conciertos que lo conectarían con bandas locales como Zona Muerta, Anarkía, Doña Juana y Lobius.
Patolink recuerda con cariño en esta entrevista los escenarios icónicos de Juárez, desde el Teatro de la Asegurada hasta El Psicodelia y La Bodega, donde el rock era más que música: era hermandad, creatividad y energía pura. Admirador de David Gilmour y Gustavo Cerati, Jorge ha logrado combinar talento y amistad para construir una red de contactos nacionales que lo ha llevado a tocar con ídolos y grabar discos que reflejan su esencia. Hoy, Patolink sigue inspirando a jóvenes músicos a perseguir sueños, arriesgarse y transmitir emoción en cada nota.
1.- ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la música en la niñez?
Desde pequeño siempre me llamó la atención la música, los músicos, los conciertos, mis papás siempre tenían sonando música en la casa; recuerdo que a mi papá le gustaba la música de Ray Conniff, yo creo que desde ahí agarré el gusto por la música.
En la primaria participaba con otros compañeros haciendo fonoshow de Hombres G, Soda Stereo, siempre soñaba que estaba dando un concierto.

En la secundaria tuve la oportunidad de integrarme al taller de música de la Secundaria Estatal 2, pero para entrar necesitaba un instrumento: la guitarra. Le comenté a mis papás que era obligatoria, y así, casi a la fuerza, logré que me compraran la primera. En esos años asistí a varios conciertos escolares y veía a grupos como Uff!, que tocaban en los eventos y a quienes admiraba profundamente, soñando con ser como ellos. Fue también en esa etapa, junto a un grupo de amigos con gustos afines, cuando formamos nuestra primera banda de música original, llamada Zona Muerta. Ahí fue donde todo comenzó.

2.- Durante la niñez o adolescencia ¿a qué guitarrista admirabas?
Siempre he sido un fiel admirador de Gustavo Cerati como guitarrista, pero con el tiempo fui descubriendo a otros y llegué a Yngwie Malmsteen, quien me voló la cabeza. Aun así, mi número uno siempre ha sido y será David Gilmour.
3.-¿Qué representa para ti la guitarra?
Para mí la guitarra no es solo un instrumento, es el punto de quiebre que cambió mi vida para siempre. Es un lenguaje sin palabras con el que puedo expresar lo que llevo dentro, ya sea dolor, alegría o esperanza, y hacerlo llegar directo al corazón de la gente. Incluso cuando estoy solo, basta con tomarla y dejar que unas notas fluyan para sentir una conexión profunda conmigo mismo, con mis emociones y con todo lo que me rodea. La guitarra es mi refugio, mi voz y mi forma de trascender.

4.- Cuéntanos de aquellos años de Zona Muerta, ¿cómo era el movimiento de rock en Ciudad Juárez?
Esos tiempos fueron inolvidables, me tocó vivir una época mágica en la que el movimiento de música en Juárez era una hermandad total, una unión increíble donde todos nos apoyábamos sin envidias ni rollos, solo con el afán de rockear y dejarlo todo en el escenario. Había muchos lugares para mostrar la música, pero el corazón de todo era el Teatro de la Asegurada. Ahí debuté, nada menos que abriendo a la icónica banda Misterio. La vibra en ese recinto era única, pura electricidad corriendo por las venas. Siempre se llenaban esas tocadas y, aunque no vendían cerveza, todos salíamos hasta el gorro ja, ja, ja.
Estaban también lugares míticos como El Psicodelia, donde cada fin de semana había rock y además exposición de pintura, una mezcla artística bien poderosa. Y cómo olvidar La Bodega, un lugar bien fregón con un escenario brutal y un sonido que retumbaba en el pecho. Ahí tocaban regularmente bandas que marcaron época como D.N.A, Mary la Aturdida, Atrofia, Nemesis y por supuesto nosotros, Zona Muerta.

Lugares icónicos y underground como el Lenchos Place en San Lorenzo… ¡hijo de su! Qué lugar tan chingón y mágico. Se cuenta que por ahí llegaron a andar integrantes de The Mars Volta y otros famosos más.
Con Zona Muerta logramos una conexión muy cabrona con la gente. Siempre nos pedían “Amor Cósmico”, una rola que todavía la escucho y me eriza la piel. Participamos en batallas de bandas y llegamos a ganar primeros lugares; abrimos conciertos pesados, y uno que jamás olvidaré fue abrirle a Luzbel con su alineación original, en el mítico Guess Club allá por la curva del Pronaf. Tocamos un sinfín de veces en Bachilleres 5 y 6, y hasta nos trepamos a varios programas de tele, el más icónico sin duda Obsesión, conducido por nuestro gran amigo Javo.
Eran días sin preocupación alguna, más que rockear, sudar la camisa, reír, vivir al máximo. Una época dorada que quedó tatuada en mi memoria. Con el tiempo, como pasa en muchas bandas, cada quien tomó su camino y el grupo se desintegró, pero lo más chingón es que la amistad sigue intacta. Hasta hoy seguimos siendo hermanos, y en lo personal guardo un cariño especial por Roberto y Wallace, con quienes compartí no sólo la música, sino una parte bien cabrona de mi vida.
Después de terminar con Zona muerta, estuve con otras bandas como Anarkía, Doña Juana, Frida y tal vez me falte por mencionar alguna otra banda.
5.-Los años noventa, cuando no había redes sociales, ¿cómo le hacían las bandas locales para promocionar las tocadas?
Esa época estaba llena de ingenio para convocar a las tocadas. Sin existir redes sociales, las bandas hacíamos flyers con mucha creatividad: las letras eran recortadas de revistas o periódicos, y siempre le pedíamos al amigo que mejor dibujara que hiciera un logo o algún dibujo sobre la tocada. Después les sacábamos copias en la papelería y a repartir en las escuelas, en conciertos, en bares… y créeme, siempre había un chingo de gente en las tocadas.
Había bandas muy chingonas que siempre llenaban, como la banda de culto EXPOST-FACTO, esos vatos estaban bien perros, metían mucha producción en sus shows, así fuera en un pequeño bar como La Raya. Ponían pantallas, teles, imágenes… ir a un toquín de Expost-Facto era ir a un toquín de calidad.
Atrofia era otra banda que siempre llenaba donde fuera, con su energía y uno de los mejores vocalistas e ícono del rock de Juárez: el buen Claudio. ¿Quién no recuerda esa rola de El nene pelo?
También estaba Anarkia, mejor conocidos como los Anarkids! ja, ja… esa banda estuvo muy chingona. Doña Juana, con su rola chingona El Eco. Había una amplia variedad de música y de lugares, y todos íbamos a las tocadas: desde una en el patio de alguna casa —que para nosotros eran conciertos increíbles— hasta un escenario chingón abriéndole a Café Tacuba.
Existía un programa que se llamaba músicos poetas y locos en la estación Orbita 106.7 en donde habia gran difusión de las bandas de rock de juárez, lo chido es que te programaban aunque no demo o grabación no fuera de buena calidad. en aquel entonces era muy costoso y complicado poder grabar algo de buena calidad, y grababamos como podíamos
6.- ¿Qué diferencia hay entre los noventa y el movimiento actual del rock local?
Actualmente, lo que yo percibo es que sí hay un movimiento, pero muy individual. Es mi opinión muy personal, puedo estar equivocado, pero he estado involucrado en eventos donde participan bandas de Juárez y no veo que se apoyen chido como lo hacíamos antes. Sigue existiendo mucho talento y bandas muy chingonas, nuevas, frescas y con gran calidad, pero no noto esa unión ni esa hermandad entre las bandas. Los tiempos cambian, los medios cambian; ahorita lo principal es estar activo en redes sociales y en plataformas de música. Ahora el apoyo se resume en dar like, seguir y compartir.
7.- ¿Cuáles han sido algunos de tus mejores proyectos o experiencias musicales?
He tenido la fortuna de vivir experiencias que jamás imaginé. De esas que de morro sueñas y piensas “algún día…”, y de repente ese día llega. Hace poco tuve el enorme privilegio de tocar con la banda Misterio, una agrupación que admiraba desde siempre. Para mí fue algo muy cabrón, ¡un verdadero honor! Lo disfruté como pocas veces: cada ensayo y cada tocada fueron pura adrenalina. Garfield es un músico al que respeto muchísimo; su forma de trabajar la música, con disciplina y pasión, contagia, y estar ahí con ellos fue como cerrar un círculo de sueños cumplidos.

También tuve la oportunidad de tocar con La Flota del Puente Negro de mi gran amigo Chumel, un musicazo de corazón. No solo compartimos escenario, sino que además me invitó a grabar un tema con ellos. Imagínate: ¡formar parte de una banda que yo admiraba desde fuera y ahora estar ahí, creando música junto a ellos! Eso es magia pura.
Pero una de las experiencias más brutales fue grabar un disco con mi banda Lobius. Esta historia comenzó con mi hermano de vida, Juan Carlos Rodarte, guitarrista de la legendaria Expost Facto. Viajamos hasta CDMX para grabar en un estudio de primer nivel, y el disco fue masterizado nada menos que por Gustavo Sachetti, tecladista de Vilma Palma. ¡Una experiencia que se siente de otro mundo! El resultado quedó poca madre: cada rola tiene esa esencia única y está disponible en todas las plataformas digitales. Grabar ese material fue un sueño hecho realidad, un pedazo de mi alma quedó tatuado en ese disco.
Y la vida me sigue sorprendiendo. Ahora también formo parte de la banda ochentera/noventera Uff!, una agrupación de la que era fan, ¡y hoy tengo el privilegio de ser parte de ellos! Eso me sigue volando la cabeza: pasar de estar en el público soñando, a estar sobre el escenario compartiendo con esos mismos músicos que tanto admiraba. Con Uff he vivido experiencias únicas: tuvimos el honor de tocar con El Vampiro, exguitarrista de Maná, y recientemente compartimos escenario con el percusionista de la misma banda en un evento con lleno total. Son músicos de altísimo nivel, pero lo más chingón es la humildad y camaradería que tienen; me han hecho sentir parte de la familia.
Hoy puedo decir con orgullo que la música me ha regalado cosas que jamás hubiera imaginado: tocar con mis ídolos, grabar discos que me representan y seguir aprendiendo cada día de gente a la que admiro profundamente. Y lo mejor es que todavía falta mucho por vivir, porque mientras haya rock, la historia sigue.
8.- Eres uno de los músicos juarenses con más contactos nacionales en el rock, ¿cómo construiste eso?
Yo creo que la fortuna de convivir con gente que admiro profundamente se la debo a algo muy valioso: a los amigos chingones que la vida me ha regalado. Ellos, que están metidos en el medio o que son empresarios trayendo a grandes artistas, han sido ese puente que me permitió estar cerca, compartir momentos y hasta crear lazos con músicos que antes solo veía desde la admiración.
Algo que marcó mucho mi camino ocurrió durante la pandemia, cuando tuve la gran oportunidad de ser invitado a participar en Poetripiados, esta revista increíble que se convirtió en un espacio de conexión gracias a mi hermano Tony. Ahí logramos entrevistar y platicar con personajes muy importantes del rock. Y no solo fueron entrevistas: fueron encuentros que terminaron en amistades reales, en conexiones sinceras que hoy atesoro con el corazón.
Y claro, no puedo dejar de mencionar el proyecto que tanto amo: el podcast que tengo con mi carnal, el Crimi, Soy Roñocker. Este sueño nos ha abierto puertas que jamás imaginamos: sentarnos frente a grandes como Alfonso Arau, Alejandro Marcovich, Mauricio Clavería de La Ley, entre muchos otros que antes parecían inalcanzables. Cada entrevista ha sido un regalo, una lección y una experiencia que nos impulsa a seguir creando.

Pero en el fondo, sé que nada de esto sería posible sin esa red de amigos que creen en mí y en lo que hacemos. Ellos son quienes hacen que las cosas sucedan, que los sueños se materialicen. Y eso lo agradezco con toda el alma, porque al final, la música, las entrevistas y las experiencias, todo se trata de lo mismo: amistad, pasión y amor por el rock.
9.-¿Qué les dirías a los músicos jóvenes de la ciudad en cuanto a la producción musical?
A los músicos jóvenes de la ciudad les diría que nunca dejen de creer en su música. La producción no se trata solo de tener el mejor estudio o el mejor equipo, sino de ponerle alma, amor y verdad a lo que hacen. La tecnología ayuda, claro, pero lo más poderoso siempre será la emoción que logres transmitir en cada nota, en cada palabra y en cada arreglo.
Hoy tienen la ventaja de que, con muy poco, pueden grabar y compartir su música con el mundo entero, algo que en mis tiempos era impensable. Aprovechen esas herramientas, pero, sobre todo, no pierdan la esencia: experimenten, arriesguen, sueñen en grande. No se conformen con sonar “bonito”; busquen sonar auténticos, que cada canción sea un pedazo de ustedes.
Y lo más importante: no se rindan. La producción musical es un camino largo, a veces cansado, pero cada sacrificio vale la pena cuando escuchas tu música sonando fuerte y conectando con alguien más. Esa es la magia: que lo que un día grabaste en tu cuarto pueda tocar corazones en cualquier parte del mundo.
10.- ¿Algo más que quieras compartir?
Gracias a mi amigo y hermano Tony por la invitación a esta plática, nunca me habían entrevistado je je