Ciudad Juárez posee una rica tradición poética que refleja tanto su historia como su realidad contemporánea. Los autores locales y quienes escriben sobre la ciudad abordan temas como la frontera, la violencia, la migración, la mujer y la identidad, mostrando diversidad de estilos y voces.
La línea divisoria con Estados Unidos, la violencia que marca la ciudad, la fuerza y vulnerabilidad de la mujer, así como la identidad fronteriza, son ejes recurrentes que atraviesan la poesía juarense. Hoy presentamos textos de Juan Manuel Portillo, Ricardo Morales y Mauricio Rodríguez, quienes continúan esta tradición literaria que hace visible la complejidad de Juárez.
Juan Manuel Portillo
(Ready made: reciclable)
llevo meses poniendo una botella
sobre la otra
-lo que cuido lo que construyo
monumento
fuente le llamo
-lo que bebo lo que uso
nadie me ve al cabo
y si me vieran les diría que juego
al idiota o a cualquiera otra infancia
hay algo mágico en la orina
de un enfermo un brillo
como de oro
(estudio cromático)
función del cielo: pintarse
de colores de cielo
de animales de cielo
de ilusiones visibles en el cielo
ópticas
pintarse de celeste
entonces todo cabe en su arco:
alas y disparos al aire,
ascensos
la metáfora del arco cabe también
ahora se tensa, arco en tu pupila pintada de cielo: iris
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Juan Manuel Portillo es poeta, traductor e investigador. Es autor de los libros de poesía Vigilia (2021), Bla (2015) y passwords (2011), y del poema visual Deadline (2016).
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Ricardo Morales Lares
Aquellos jóvenes
Aquellos jóvenes
Quienes no fueron revolucionarios o magiguanos
no padecen del dulce dolor de la nostalgia -decía Bartoli-
allá por el todollenodedesgracia 1975
En esos años mi madre desbrozaba el jardín con sus nudosas manos
y decía que nunca los tiempos fueron más difíciles
Mi padre esperaba escribir un libro y llevaba sobre sí
un trabajo sin ceremonias ni recompensa
Aquellos jóvenes -decía yo trotskista y francotirador-
no tienen luz en la cabeza fuerza en los músculos
amor en el corazón
Aquellos jóvenes -decíamos todos-
¡pobres!
no tienen orden ni concierto
Lo recordamos cada uno en nuestra casa ahora que somos viejos
y profundamente rencorosos
Llueve
Llueve un espejo para ahogarse
llueven gotas de historia
caen las aguas del Ródano, del Sena
de la cálida ciénaga africana
llueven Jonás y la ballena, la saliva de Borges
las líquidas orejas de Kafka
caen esputos de bruja, sangre de Van Gogh
llueve el húmedo sexo de Cleopatra y el antepasado anónimo
el agua del glaciar, los ríos de Heráclito
los ojos de Parménides, el cerebro de Marx
la sequía del musgo, Dostoyevsky y su desconsolada espera
las lágrimas de Gorky, las de Fidel por Ernesto
llueven.
[Ver al desierto cuando el sol le nace]
Ver al desierto cuando el sol le nace
las purpúreas llamas de la flor del cactus
su amarillo atroz
la piedra que se raja al sol y se despeña
el poderoso zumbo de la mosca en la carroña
Todo en el desierto es la violencia contenida
es Dios en la zarza ardiente
El hombre busca la humedad del fondo cuando su
sombra no contesta
y ahí está su fuerza
El silencio de un amanecer allí es tal
de tanta extendida intimidad
que el lenguaje se le escapa
y en espejismo de contemplación recuerda sus innumerables existencias
cuando fue padre de su hermano
y abuelo de su padre
abuelo de su abuelo y guerrero y fenicio comerciante
y ya más allá en el tiempo
un pez sin lengua en el fondo de los mares.
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Ricardo Morales Lares es autor, entre otros, del libro Pez al Cielo
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Mauricio Rodríguez
Identidad perdida –lo más cercano a lo perfecto–
El anhelo de nosotros
los que estamos en la vereda
es llegar al otro lado
aunque casi siempre
siempre es casi
y la frontera consume
convierte, descuartiza
las promesas forjadas como leyendas
por los viajantes que nunca regresaron.
Porque esta es mi tierra
sangre de bravos
indios mansos olvidados
hijos del camino, nacidos de otra parte
viviendo en el seco principio
de esta sala de espera. […]
Nosotros, los errantes del desierto
conducimos nuestras almas toda la noche
por alcanzar el American Dream
muriendo muchas veces mientras llega
vendiendo el alma por un plato de comida
dejándolo todo en manos de un nuevo Dios
adoptado en un refugio que se cae a pedazos
como la fe con la que partimos de nuestra casa
cuando viajando toda la noche
tratamos de brincar el cerco
y terminamos por vivir acá
al borde, en la frontera… en lo más cercano a lo
perfecto.
Soñar la noche
I
No es vivir las horas del insomnio
imaginando reductos laberintos
catervas como voces
o el insecto que aplaza su conquista de la rama
Incansable flama crece a destiempo
de mis nervios se entreteje el cabello del recuerdo
invertido en sus horizontes
habitado por fantasmas y leyendas
los paisajes se funden
con la letra de este autómata invidente
que ahora imita los sonidos de la calle con sus manos
y se ahoga en una simple bocanada.
II
Soy el mohín permanente de la luna
la vuelta del aire que sostiene viva
cada hoja que seca se desprende de su roble
cada sueño que pienso y reconstruyo
cuando el despertador me acumula regresos
y me desprende a la frontera de lo incierto
cada vez que amanece en este invierno sin nieve
Soñar la noche
Chingadamadre.
***
Mauricio Rodríguez es periodista y escritor. Es autor del poemario Zero Bordeland y de la novela El Recreo.